Por David Uriarte /

Hay personas extraordinariamente buenas para engañar, prometer es su especialidad y no cumplir es la constante, son verborreicos, vehementes, seductores, eufóricos, son unos artistas de la simulación… su histrionismo convence al más escéptico, se niegan a reconocer sus errores, buscan y encuentran rápidamente culpables cuando sus promesas no se cumplen; tienen soluciones fáciles y rápidas para todo, se muestran expertos en cualquier tema, utilizan un lenguaje basado en imprecisiones, muestran auto dramatización, teatralidad y expresión exagerada de sus emociones.

Para clasificar como artista del engaño se necesita persistencia, engañar de manera eventual cualquiera lo puede hacer, engañar sistemáticamente requiere talento especial, aunque alguien cuestione el termino de talento.

En la vida de pareja el engaño es visitante frecuente con sus variables de intensidad, en la vida política partidista, política sindical, o política-política, el arte de engañar tiene su asiento aparte.

Muchos políticos han debutado como tales y al darse cuenta de que el engaño es utilizado como herramienta de trabajo por la mayoría de sus pares, deciden abandonar la travesía, decepcionados, frustrados por darse cuenta que no pertenecen a ese grupo y no soportan tener que engañar como método de sobrevivencia laboral.

Cuando los artistas del engaño son cuestionados sobre su naturaleza o su modus operandi, sienten un reconocimiento a su desempeño, una caricia al aterciopelado ego que retoza entre lastimadas condiciones propiciadas precisamente por sus engaños que parece no percibir como tal.

Siempre hay artistas del engaño, su presencia se destaca más en temporada de pesca electoral, en la política representativa, en la política administrativa, en la política partidista, en la política de gobierno, o en cualquier actividad donde la colectividad requiere gestoría y representación.

Escuchar la voz del engaño requiere de cierta predisposición basada en la credibilidad, lo curioso por decirlo de alguna manera, es precisamente la credibilidad que logran los artistas del engaño, la sociedad siempre ha creído en algo o en alguien, aunque sean decepcionados, a veces vuelven a creer como lo hace el miembro de la pareja crónicamente engañado y sometido a una especie de hipnosis, donde vuelve creíble lo increíble.

Los artistas del engaño pueden estar a punto de tocar tus oídos.