Por David Uriarte /

Los gobernados no pueden hacer lo que les dé la gana, en teoría, el gobierno tampoco. Los gobernados están sujetos a normas de convivencia elaborados por sus representantes en el poder legislativo, y el gobierno se encarga de observar que las normas se cumplan, si esto no sucede, el poder judicial imparte la justicia y determina las sanciones que correspondan.

La organización de los poderes cumple con cualquier imponderable, nada queda en el aire, la sociedad está protegida y de alguna manera autorregulada para lograr un equilibrio entre gobierno y gobernados.

Lo paradójico es que los gobernados eligen a su gobierno, a veces la víctima escoge a su victimario, aunque lo esperado es que el gobierno no sea victimario ni los gobernados las víctimas.

Es fácil hablar desde la percepción particular, desde las expectativas cumplidas, lo difícil es construir acuerdos cuando las expectativas del gobierno y los gobernados no se cumplen, el gobierno quiere utilizar el poder para controlar a los gobernados y los gobernados se resisten asumiendo su libertad para autodeterminarse.

Cualquier gobierno quiere pasar a la historia cono el mejor, aquel que dejó huella en la conciencia social, una huella recordada por el cumplimiento de las garantías constitucionales.

Una expresión del esfuerzo gubernamental donde la sociedad se siente segura en su domicilio y en el libre tránsito, una sociedad que recuerda al gobierno por un sistema educativo que fue plataforma de despegue para la capacitación de sus hijos, en consecuencia es la fuente de su economía actual, una sociedad que recuerda a su gobierno por su sistema de salud resolutivo, donde la educación y la promoción de la salud, la prevención, el diagnostico oportuno, su tratamiento eficaz y la rehabilitación, han garantizado el bienestar familiar.

Las preocupaciones de cualquier gobernante son el resultado de lo que se hace y lo que falta, de lo que se logra y lo que queda pendiente, el gobierno no es como el rey midas, no todo lo que toca lo hace oro, necesita distribuir el ingreso que los gobernados le proporcionan, sin la contribución de los gobernados no hay gobierno.

Lograr la armonía ente gobierno y gobernados, es objetivo difícil de cumplir, los sesgos personales de quien gobierna, su manera de pensar o de creer dominan su conducta y expresa su voluntad apegada a sus convicciones o a sus intereses.