Por David Uriarte /

Hace doce años México amaneció con la terrible noticia de la masacre de setenta y dos migrantes en Tamaulipas, el crimen organizado trunco sus esperanzas y las de sus familias de vivir en un mundo mejor.

Ahora, treinta y nueve migrantes mueren calcinados en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, otra vez la tragedia invade y trunca las esperanzas legitimas de vivir en un mundo mejor.

Las tragedias siempre son huérfanas, no tienen paternidad, se buscan mil y un pretexto para deslindar responsabilidades desde los más altos mandos hasta los mandos operativos, el hambre es el motor que mueve la conducta valiente y arriesgada de miles y millones de migrantes que buscan en un país como Estados Unidos, el dinero para subsistir de manera digna ellos y sus familias.

Paradójicamente, muchos migrantes viajan de los países donde sus gobiernos critican el régimen primermundista de los Estados Unidos, para después, aplaudir las remesas millonarias que ingresan a esos países pobres o con pocas oportunidades.

Hay que buscar el término preciso para entender y describir la postura de los gobiernos pobres o con pocas oportunidades para mejorar la economía de sus habitantes, que critican acremente a los gobiernos de los países que reciben y dan trabajo a sus connacionales.

Alabar, ensalzar, o ponderar la condición de pobreza, poniendo en otro extremo a los diferentes, aquellos con mejores condiciones de vida es postura ideológica que termina polarizando a la sociedad. La ruta fácil es descalificar al que tiene, la ruta ideal es aprender de los que tienen, promover la cultura del trabajo, y apoyar a los empresarios para generar más fuentes de empleo, al mismo tiempo, construir las condiciones de paz y seguridad, un modelo de salud y educativo donde se promueva la prevención y los alcances de una vida llena de conocimiento científico y humanista.

Hoy el mundo está consternado por la desgracia mortal de los migrantes en Ciudad Juárez, no es cosa menor la tragedia que viven los migrantes en su ruta del infierno que es su país de origen, al paraíso, que es el tan criticado Estados Unidos, juntan dinero para la sobrevivencia en la travesía, soportan las inclemencias del tiempo, a veces son tratados como delincuentes, explotados, extorsionados por las autoridades de migración, y el extremo: encerrados y calcinados.