Por David Uriarte /
México cuenta con 20 millones de adolescentes, hombres y mujeres cuyas edades están en el rango de los 10 a los 19 años de edad.
La pirámide poblacional empieza a disminuir a partir de los 20 años de edad, y después de los 60, el número de habitantes es la mitad de la población adolescente, es decir, es alrededor de los 10 millones.
La credencial de elector se tramita a partir de los 18 años, al ser un documento de identificación oficial, la gran mayoría por no decir que todos, la utilizan para eso; y también para votar.
Sacar de sus casas a los 80 millones de personas en edad de votar en México, es tarea inconclusa, la comodidad, apatía, o falta de educación cívica, mantiene a la mitad de los potenciales votantes en sus domicilios, trabajos o viajes.
Hay un porcentaje reducido de votantes que están “perdonados” por no ir a las urnas, aquellos cuya condición psicomotriz aguda o crónica se los impide, y aquellos que perdieron sus derechos civiles al estar en algún centro de reclusión o rehabilitación social, incluyendo los hospitalizados en unidades de atención a la salud mental u hospitales de cualquier tipo.
Los quejidos o los quejosos por el desempeño político de un régimen, generalmente son precisamente los que no cumplieron con el deber cívico de ir a las urnas y manifestar su voluntad o simpatía con tal o cual candidato.
Los adolescentes que en breve debutarán como ciudadanos que tendrán literalmente en sus manos las decisiones políticas de su municipio, estado o país, comprenden un sector importantísimo, es decir, son los que construirán el destino de aquellos que están por irse y los que están llegando. Ese sector de la población que hoy se encuentran en la secundaria, el bachillerato e iniciando la universidad, deben ser atendidos, fortaleciendo la conciencia cívica de lo que serán sus vidas, las de sus padres e hijos.
El primer mundo desde cualquier óptica –ya sea económica, de salud, académica, de seguridad, o social– por algo es el primer mundo… Los países atrasados en la economía, los sistemas de salud, sistemas educativos, y seguridad, están atrasados simplemente por la forma de pensar de sus habitantes, principalmente sus líderes.
Cuando se piensa en tecnología, surge en la mente el nombre de un país; lo mismo pasa cuando se habla de sistemas de salud, o educación, pero cuando se habla de temas de violencia e inseguridad: también.