Por David Uriarte /
Las dos únicas condiciones para intoxicarse por el virus del poder son: tener sed de notoriedad, y necesidad de reconocimiento.
El poder es inherente al cargo no a la persona, sin embargo, cuando la persona tiene rasgos de personalidad narcisista y es depositario de poder, se genera una especie de intoxicación donde aparece la amnesia, es decir, se le olvida que los puestos, cargos o representaciones son pasajeros, temporales, efímeros, y que, a la vuelta de pocos años, lo único seguro es la calle.
Los datos clínicos de las personas narcisistas son sentimientos de grandeza y prepotencia, fantasías de éxito, poder, y brillantez, creen que son especiales y únicos, tienen necesidad excesiva de admiración, sentimientos de privilegio, se aprovechan de los demás para sus propios fines, no están dispuestos a reconocer o a identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás, envidian a los demás o creen que éstos sienten envidia por ellos, muestran comportamientos o actitudes arrogantes, o de superioridad.
La intoxicación por poder no se limita a la política o áreas de gobierno, es propia de las personas cuya personalidad se mezcla con un cargo generalmente temporal, con responsabilidades donde se maneja dinero o influencias como muestra de poder.
No todos los que tienen poder se intoxican, hay muchos hombres y mujeres sumamente poderosos y humildes, respetuosos, justos, y prudentes, sanos de su mente y con una personalidad funcional.
No es el poder el que intoxica, es la mezcla del poder con una personalidad disfuncional, disfuncional no significa retraso mental necesariamente, significa tener un juicio que lastima de alguna manera a los demás.
Hay personas sumamente inteligentes cuyas conductas son sociopáticas o antisociales y lastiman a los demás; el poder es como un cuchillo que igual puede servir para cortar, rebanar, o ayudar a preparar los alimentos, que para lesionar a los demás o incluso para autolesionarse.
En esta analogía, el cuchillo ni es bueno ni es malo, depende el uso que se le dé… lo mismo pasa con el poder, el poder no intoxica, lo que intoxica es el uso que se le dé.
A veces la forma de conocer la verdadera personalidad de alguien es darle poder, es depositar en ella las decisiones que impactarán a otros, el poder depositado en personas sanas se convierte en ayuda colectiva.