Por David Uriarte /

Para perder la vida por voluntad ajena no se necesitan justificaciones, conceptos o definiciones como guerra, terrorismo, masacre, u homicidios, son actos deleznables, propios de la barbarie.

Según la Real Academia Española, Guerra: es la lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación.

Terrorismo: es la actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.

Masacre: es la matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida.

Homicidio: es la muerte causada a una persona por otra.

Al margen de cómo se llama o tipifica la conducta delictiva desatada en varias ciudades de México esta semana, lo evidente son dos cosas: el derramamiento de sangre, consecuentemente la perdida de vidas inocentes; y la impunidad con la que alardean los delincuentes, dejando constancia de quienes son y para quien trabajan, como dice el axioma jurídico “a confesión de parte relevo de prueba”.

Las imágenes de los ataques de Rusia contra Ucrania, dejan constancia del grado de maldad de su gobernante y sus tropas, ¿Acaso hay algo que justifique el derramamiento de sangre inocente? ¿Qué diferencia hay entre Ucrania y México? ¿Qué es el estado de derecho? ¿A quién le corresponde preservar la paz y garantizar la seguridad pública?

Desde luego que todas las interrogantes tienen una respuesta conocida por la sociedad, y un destinatario común.

Los horrores que se vivieron en los campos de concentración y en los centros de exterminio en Polonia en 1942, fueron por la crueldad con la que les arrebataron las vidas a los prisioneros. Privar de la libertad es una cosa, y quitarles la vida de manera cruel y violenta no tiene nombre, aunque jurídicamente digan que es un homicidio.

Para sentir no hay como que duela, reza el refrán… cuando se siente un desamparo, una inseguridad que marca la vida de la familia y los bienes, la impotencia produce paranoia, entonces, la razón induce un pensamiento preventivo de sobrevivencia: si Jalisco, Guanajuato, Chihuahua, y Baja California fueron blanco del crimen organizado cobrando víctimas inocentes, ¿Qué lugar sigue? Aquí es donde las imágenes horrendas de los ataques de Rusia a Ucrania, cobran vida, produciendo una sensación de malestar indescriptible.