Por David Uriarte /
En la temporada de lluvias, la ciudad sufre una serie de cambios en la dinámica diaria, desde las inundaciones previstas o predecibles, apagones, caída de anuncios publicitarios conocidos como ‘espectaculares’, congestión vehicular, y descomposturas de los semáforos.
La policía preventiva incrementa su trabajo al coadyuvar con las autoridades de protección civil para salvaguardar la vida y la integridad de la población en riesgo.
A veces con el agua a la cintura, con la incomodidad propia del uniforme mojado, los agentes de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, trabajan duplicando el esfuerzo para atender las decenas de llamadas de emergencia, con un número de elementos a la baja, un número limitado de unidades motrices, un equipamiento insuficiente para la demanda en casos de emergencias por fenómenos meteorológicos… con todo esto, ellos siempre deben estar presentes sin importar la hora o el día, el frío o el calor, la lluvia o la humedad, son hombres y mujeres cuyo compromiso va más allá del riesgo.
A las once de la noche, las dos o las cinco de la mañana, en el cambio de turno o con una sensación térmica de cuarenta y cinco grados, ahí está la Policía Municipal, a veces auxiliada por la Estatal, y dependiendo las circunstancias, la Guardia Nacional, la Defensa Nacional o incluso la Marina.
Hay quienes desconocen que la operación y mantenimiento de los semáforos está a cargo del Gobierno del Estado, sin embargo, es el Gobierno Municipal a través de sus agentes de vialidad quien se encarga de activarlos y volverlos funcionales en esta época de lluvia, cuando las ráfagas de viento los mueven generando caos vehicular.
Con lazos o cuerdas, y técnicas innovadoras, los agentes de tránsito buscan redireccionar los semáforos cuyas estructuras fueron movidas por los fuertes vientos de la temporada.
Para abreviar el procedimiento de reparación y hacer fluido el tráfico vehicular, los agentes de vialidad traen como herramienta necesaria en estas fechas, una cuerda de seis metros aproximadamente, y atada a uno de sus extremos una botella de plástico llena de agua que sirve de guía y contrapeso en las maniobras de redireccionamiento de la estructura de acero del semáforo movido por el aire.
Más que aplausos merecen estos agentes de vialidad, estos que no se doblan en la temporada de lluvia, viento y calor.