Por David Uriarte /

El silencio cómplice había sido la pomada que suavizaba diferencias entre partidos políticos y relevos gubernamentales en México, pactos no escritos, valores entendidos, convenios verbales, contratos de amistad o de respeto que aseguraban un cambio de estafeta terso, respetuoso del pasado inmediato, en fin… un silencio cómplice circular, silencio del que llega y silencio del que se va.

La ruptura de esta norma no escrita en el gobierno de López Obrador, está causando convulsiones políticas, mediáticas y sociales de tinte mundial.

No es el instrumento de información conocido como la “mañanera” lo que está cimbrando la conciencia de los mexicanos seguidores del presidente López Obrador; lo que está cimbrando la opinión pública mundial es la ruptura del silencio y la exhibición de complicidades cruzadas, es decir, periodistas metidos a empresarios, empresarios de giros periodísticos metidos en giros de abastecimiento de equipo hospitalario.

Políticos reconocidos por su participación en las políticas públicas del pasado o representaciones partidistas, líderes o dirigentes políticos dueños de empresas exitosas de transporte aéreo, de arte, de alimentos, de turismo; esto es lo que subyace en la algarabía mediática donde el tema del hijo del Presidente es la prenda visible de la ropa sucia que se está lavando en la lavadora de Palacio Nacional.

El silencio cómplice se rompió en este régimen, decir parte de la verdad tiene intoxicados a los actores involucrados, decir la verdad completa puede ser una boba destructora como las de Hiroshima y Nagasaki.

Todo tiene un precio, el precio del silencio es la cobija de la complicidad, el precio de la denuncia expone la realidad e irrita los ánimos de los aludidos y sus correligionarios.

Conocer los acuerdos o favores derivados del servicio público que enriquecieron a unos cuantos políticos, empresarios o incluso periodistas, es ver la complicidad desde el otro lado de la mesa.

Sin embargo, la justicia requiere tiempo, y en otro momento es posible que circule una relación con nombres y apellidos de aquellos favorecidos con contratos, nombramientos o encargos que hoy se desconoce.

Sin duda, lo difícil para muchos es entender que “esto es lo que hay”, el cambio de rol está atragantando a los acostumbrados al poder de todo tipo, no es lo mismo ser maestro que alumno, empleado que dueño, enfermo que médico, oposición que gobierno.

Cuando la complicidad se desnuda, el frio de la corrupción profiere gritos y quejas.