Por David Uriarte /

Ahora resulta que aquellos que despreciaban la medicina preventiva se vuelven adoradores de ella, filas y filas en los centros de salud en busca de las vacunas, especialmente la de la influenza, con la pregunta obligada: ¿cuándo estará la vacuna contra el COVID-19?

Para el neurocientífico Eduardo Puncet, “la felicidad es la ausencia de miedo”… hay una serie de investigaciones concluyentes al respecto, sin embargo, ser feliz es una cosa y usar el miedo como motor de acción, es otra cosa.

La ignorancia a veces hace mancuerna con la ausencia de miedo, por eso, vemos a miles o millones de personas deambulando en tiempo de pandemia del SARS-CoV-2, como si no pasara nada, aún viendo la estadística mortal de la enfermedad viral.

Es gracias al miedo que muchas personas de todas las edades, principalmente las mayores de edad y aquellas con enfermedades crónicas, se resguardan y fomentan el autocuidado de su salud, en estos casos, el miedo es la mejor motivación para preservar y promover la salud.

El miedo también obnubila la razón, transforma la realidad y se convierte en obstáculo para ver lo obvio y actuar en consecuencia.

El miedo ha convertido a muchas personas razonables en irracionales, hay registros de personas intoxicadas con medicamentos o sustancias “profilácticas”, es decir, personas que creen que tomando cierto medicamento o sustancia química evitarán la enfermedad viral. En esta población por supuesto que se encuentran un sinnúmero de personal del área de la salud, médicos, enfermeras, químicos, etc.

Hay un dicho que reza, “el perdido a todas va”, y cuando el miedo convertido en razón induce conductas empíricas, las consecuencias pueden ser igual o peor que la enfermedad que se pretende evitar.

Hay tres principales tipos de miedos que experimenta la humanidad: miedo a la muerte, a la locura, y a la invalidez. El miedo a la muerte se desprende en este caso del miedo a la enfermedad, una enfermedad de alguna manera selectiva pues doblega a hombres y mujeres con un sistema inmune deficiente o débil.

Si el miedo lo usamos como motor de la motivación para preservar la salud y la vida: bien venido.