Por David Uriarte /

En el rompecabezas de la complejidad nacional, faltaba una pieza: los empresarios. Después de confrontaciones innecesarias, por fin entendió el Presidente de México, que sin inversión privada no hay crecimiento y desarrollo, por algo elemental, quienes producen la riqueza son las empresas y quien obstruye o facilita la regulación operativa de las empresas es el gobierno.

Atrás parecen quedar, las confrontaciones estériles entre empresarios y gobierno, aunque el rencor no permitió la presencia del presidente Nacional de la Confederación Patronal de la República Mexicana, Gustavo A. De Hoyos Walther, en la reunión de Palacio Nacional de hoy.

De cualquier manera, es un buen signo la reactivación funcional de las relaciones empresarios-gobierno. Las dirigencias son transitorias, tanto del representante del régimen político en México como de los empresarios.

La curva de aprendizaje le cobra la factura al pueblo -en este caso- al Presidente le costó casi dos años entender la lección, y a los empresarios también. Aunque la diferencia le da la razón a los empresarios, ellos sólo buscan hacer empresa con cualquier partido político que llegue a gobernar; en cambio, si el partido en el poder siempre había sido oposición, es un experto en eso: en ser oposición y un inexperto en gobernar… estas pequeñas diferencias tienen de cabeza la economía de muchos mexicanos.

Aprender a ser gobierno en el camino, tratando de innovar modelos teóricos cuya operación no es fácil, hace que los expertos en materia económica vean lo obvio y los encargados de producir riqueza también, excepto quien los propone creyendo que la economía obedece a paradigmas ideológicos. La economía sana obedece al equilibrio entre las variables multiplicadoras, no a las que dividen o restan, mucho menos a caprichos de cualquier índole.

Agarrados de la mano empresarios y gobierno, pueden remolcar a cualquier país a los mejores puertos, pueden conducir a cualquier sociedad al desarrollo humano de primer mundo. Dejar de patear la gallina de los huevos de oro, es dejarla que haga lo que sabe hacer, tratarla bien es ganar su simpatía para compartir.