Por David Uriarte /

 

A pesar de la filosofía romántica y angelical que se teje alrededor de la amistad, las pasiones políticas logran corroer ese vínculo que trasciende la hermandad y terminan como Caín y Abel, sólo por las diferencias que encierran las soberbias obsesiones junto con un respeto descafeinado.

Separar pasiones y emociones del respeto por la diferencia, es lo primero, no se puede transitar de la mano con la amistad cuando la prioridad no es la amistad; aquí está la clave.

Si en un proceso electoral hay cien candidatos, habrá cien grupos diferentes, todos con el mismo objetivo, pero las competencias no ofrecen muchos primeros lugares, hay competencias con resultados binarios, es decir, no hay segundos o terceros lugares: se gana o se pierde.

Imaginemos una escena donde coinciden en una reunión de “amigos” diez candidatos al mismo puesto, y se habla del futuro, alguien pregunta a los demás ¿dónde se ven en un año? La respuesta puede ser la misma, todos coincidirán que en la gubernatura, la presidencia municipal, o el congreso, dependiendo el caso, al mismo tiempo, todos saben que nueve de los diez estarán en cualquier parte, menos en la silla del poder, nueve estarán en la lista de los perdedores.

¿Se puede hablar de amistad en estos casos? O será la falsedad y los dobleces tejidos por la hipocresía vestida de supuesta inteligencia, la que prevalezca en la mente y las palabras de los supuestos amigos… no se sabe con exactitud cuál será la reacción humana, lo que sí se sabe, es que las pasiones de la política han roto amistades generacionales, amistades que se profesaban una hermandad en tiempos de vacas gordas, pero al llegar la prueba de fuego al vínculo afectivo de la amistad, ésta sucumbe ante los intereses terrenales de los buscadores del poder político.

El lenguaje del ego es común, se agrupa en principios y prácticas donde lo que prevalece en el ‘yo’, donde el saludo, la sonrisa, el discurso y las palmadas retratan lo de afuera escondiendo lo íntimo de una realidad adulterada por la hipocresía que no cabe en el concepto de amistad. Que los candidatos adulteren el concepto de amistad puede ser, pero que las pasiones lleguen a las familias, también.