Por David Uriarte /
Las fantasías son representaciones imaginarias cuya bondad o maldad no representan riesgo alguno, son pensamientos que revolotean en la conciencia y liberan tensión emocional, son consuelo pasajero ante lo inalcanzable de la realidad.
Así como hay fantasías sexuales, hay fantasías laborales, académicas, y por supuesto: políticas. Así como el alumno se sienta en la silla del profesor fantaseando ser el maestro, el empleado fantasea con ser el dueño, el aprendiz de político fantasea con ocupar la silla del poder, y casi todos los políticos sueñan y fantasean con tener la máxima representación que su imaginación les permite.
Una cosa es tener viabilidad en el proyecto político, otra cosa es tener una fantasía propia de los deseos de cualquier político. Pero, hay quienes viven una fantasía mezclada con alucinaciones esquizofrénicas, es decir, construyen un mundo de supuestos donde su única posibilidad es ver pasar el proceso político electoral dejando embarradas sus aspiraciones, frustraciones y eventualmente su dinero.
Jóvenes, adultos y maduros -por no decir que viejos-, son susceptibles a las fantasías políticas, y si de perspectiva de género se trata, las fantasías son matemáticamente equitativas.
El tema de las fantasías políticas puede ser superado sólo con la conciencia clara y objetiva de la realidad y el contexto social donde se llevará a cabo el proceso de elección. Más la rentabilidad generada por la experiencia, el conocimiento, o la expectativa real de la intención de voto como una retribución a las cualidades o potencialidades del legítimo aspirante a la silla del poder político, en cualquiera de sus dimensiones.
Muchos aspirantes a Presidente de la República, Senador, Diputado Federal o Local, Gobernador, Presidente Municipal, Regidor o Síndico Procurador, viven la fantasía eterna de legitimar sus aspiraciones a través del voto popular… Sin embargo, lo que no logran dimensionar es su verdadera potencialidad política; no todo es dinero, sino pregúntele a los ricos perdedores, no todo son grados académicos. A la hora de la decisión, se conjugan una serie de variables donde tiene un peso definitivo la fantasía de los electores.