Por David Uriarte /
Es hora de reflexión tranquila, sin arrebatos, mucho menos groserías innecesarias o calificativos despectivos al gobierno de México. Es hora de pensar en los nuestros, en las familias víctimas de una realidad que ya no se puede maquillar.
Los tiempos de los discursos y la soberbia ya pasaron, es tiempo de humildad, de solidaridad, de suma, de preguntar al que sabe y dejar la paranoia obsesiva de la corrupción como madre de todos los males que aqueja a México y los mexicanos.
Temas sensibles y evidentes como la pandemia del coronavirus, no se debe soslayar o dejar en manos de inexpertos, la Organización Mundial de la Salud hizo lo propio al advertir el grado de letalidad de la enfermedad; países como Italia tienen en cuarentena a la población, el Congreso de Estados Unidos autorizó una suma millonaria para hacer frente a la pandemia, y en México, seguimos con las buenas intenciones y en espera de que por gracia divina no pase nada; ojalá, así sea.
Como consecuencia de la pandemia del COVID-19, los mercados de valores en el mundo convulsionaron y cayeron, de paso, los precios del petróleo también cayeron y la recesión económica en México advierte un decremento en los ingresos y la capacidad adquisitiva de los mexicanos.
Los muertos por el medicamento contaminado en el hospital de PEMEX, más la crisis por el desabasto de medicamentos oncológicos y sus repercusiones en niños con cáncer, sumado a la aglomeración en los servicios de urgencias hospitalarias en todo el país, advierten el riesgo para la población sana en caso de enfermedad.
Por si fuere poco lo anterior, los incrementos en los índices de violencia, la criminalidad galopante; la inseguridad por las carreteras de México, los enfrentamientos de grupos criminales que a su paso dejan víctimas inocentes, y el colmo, cuando más se habla de la inequidad de género, buscando la concientización de las masculinidades, los feminicidios parece que repuntan.
El atentado a la inteligencia de los mexicanos se produce cuando no se reconoce la realidad, cuyos números representan muertes y muertos. Con el miedo y el coraje colectivo… cuidado.