Por David Uriarte /
Muchos políticos tienen años en el servicio público buscando una posición decorosa para su currículo, otros dicen, –de diputado federal para arriba lo que sea, o mínimo una presidencia municipal–.
Ellos tienen mucho que aprender del coronavirus, un virus llegado de China a principios de este año. Un microorganismo que en dos semanas tiene en alerta a la comunidad médica y a buena parte de los gobiernos federal, estatales y municipales.
La mejor campaña para posicionarse en la mente de las personas es el miedo, si no, acuérdense del jueves negro. El miedo tiene su contraparte paradójica: la esperanza, la idealización de nuevas circunstancias y la devaluación de lo conocido. Por eso, las fechas como navidad o año nuevo arrastran esperanza y se posicionan en la mente de grandes y pequeños.
Los aspirantes deben inocular en la sociedad su imagen como un virus de esperanza, de resolución de problemas sociales, una virulencia que tumbe las percepciones negativas de los electores.
Si un microorganismo como el coronavirus se posicionó en la mente de los mexicanos en unos días, ¿no podrán los aspirantes a puestos de elección ciudadana posicionarse en unos meses en las mentes de los votantes?
Todo indica que no, no existe forma mágica de posicionarse en la mente, menos en las intenciones de un voto favorable a los cientos de aspirantes que buscan a como dé lugar, llamar la atención como lo hace un payaso a los niños.
La virulencia de las personalidades depende de la congruencia entre sus dichos y sus hechos, dichos y propuestas resolutivas, no buenas intenciones; dichos que sean la pieza que arregla un problema, no ocurrencias o puntadas que busquen encontrar culpables; dichos que sean la solución para la sociedad que envuelve su voto en un papel muy ajado que se llama esperanza.
El coronavirus de la política será la diferencia entre pares que buscan un trabajo de representación. El tiempo de contagio es la clave, si no logran contagiar la mente y ocupar un lugar en la baraja de opciones de los votantes, las aspiraciones serán destruidas por el sistema de defensa social, o sea, en las urnas.