Por David Uriarte /
Todos los días invariablemente escuchamos o leemos afirmaciones de una mente perversa o ignorante. La imaginación es la madre de las potencialidades humanas, con ella se construyen las soluciones a los problemas o se generan más problemas. La imaginación de una persona perversa y la imaginación de una persona sana, son como los cuchillos: depende para que se use.
La imaginación de un niño lo lleva a creer que dentro de la televisión existen las personas que protagonizan la acción, la imaginación de un ignorante lo lleva creer que el cáncer o la depresión no existe; la imaginación de un perverso lo hace decir una cosa y hacer otra, o manipular la información creyendo que convence a los demás.
La idea de las curas mágicas siempre ha existido, la perversidad también… Por eso, hay que saber escuchar sin más pasión que la búsqueda de la verdad. Temas como la economía, la salud, la educación y la seguridad pública, no necesitan discursos, son temas que se viven en el bolsillo y en carne propia.
Si tu economía es suficiente para un estilo y calidad de vida satisfactoria, gozas de una salud estable, tu nivel académico suficiente; y vives con la suficiente tranquilidad y seguridad tanto tú como tu familia, tú vives en un lugar con un régimen político envidiable.
Si tu economía está por debajo de la capacidad para asegurarte tranquilidad y bienestar, si te enfermas y no tienes acceso a un servicio médico especializado o un hospital con la tecnología moderna; si tú o tus hijos no tienen acceso a la educación de calidad, o vives con la zozobra constante por la inseguridad y la violencia, entonces vives como millones de personas en el mundo.
La ignorancia da seguridad, la perversidad también. La ignorancia construye discursos llenos de pasiones, la perversidad también… Entonces, entre el discurso del ignorante y el discurso del perverso hay una porosidad invisible.
Los mentirosos dicen sus mentiras con tanta pasión que hay quienes se las compran. Los ignorantes afirman con tanta vehemencia que convencen a la mayoría -aunque no tengan evidencia de su dicho-, pero los perversos, usan su inteligencia con tanta seguridad como los ignorantes.