Por David Uriarte /
Calderón le pegó un garrotazo “a lo tonto” al avispero, y nos metió en todo esto que estamos padeciendo todavía.
No había ni siquiera un plan y en vez de atender las causas, él quiso de manera espectacular resolver el problema sólo con el uso de la fuerza, no olvidemos que eso no se dice… Cuando declara la guerra a la delincuencia organizada, va a Apatzingán, Michoacán, y hay mucho calor, así como en tabasco -es la “tierra caliente de Michoacán”- y va vestido de militar: se pone un chaleco que hasta le quedaba grande, parecía el comandante Borolas; y ahí declara la guerra.
Esto es parte del discurso de este fin de semana en la mañanera del presidente en Tabasco. La alusión del presidente a Felipe Calderón surge después de asegurar que “…ahora hay una mejor distribución de la riqueza y por eso hay desarrollo y bienestar. Hoy -dice- hay mejor distribución del ingreso, la gente tiene más capacidad de compra, más poder adquisitivo. La mayoría de los mexicanos, por eso no me preocupa mucho, vamos muy bien, muy distinto a lo que piensan los expertos”.
Después una reportera cuestiona al presidente sobre la reunión del subsecretario de Gobernación con ‘las autodefensas’, y es precisamente de ahí donde surge en la mente de AMLO el recuerdo del comandante Borolas.
Cuando alguien te dice “con todo respeto”, ya sabes que es el permiso para hacer todo lo contrario. Y cuando alguien dice “lo mío no es la venganza”, está revelando o justificando el agravio que no puede superar.
Con frecuencia AMLO dice que lo suyo no es la venganza, sin embargo, hay vasos comunicantes que asocian conductas y actos jurídicos relacionados con personas que antes eran de su estricta confianza y hoy están al otro lado, incluso en prisión, es decir, hoy forman parte del vetusto sistema neoliberal.
El humano es más predecible de lo que se piensa, sólo hay que escuchar sus palabras que hilvanan un discurso que soporta los afectos, esa conexión con la conciencia que no deja dormir al acordarse de los temas pendientes con su dignidad, con el resentimiento que anida la esperanza de una venganza a su tiempo. Ahora falta la reacción del comandante Borolas.