Crees que le haces un bien a la persona. Eres crítico* y exigente con los demás. Crees que ese es el papel que se espera de ti. Crees que es normal evaluar al otro. Te sientes con el derecho de acusar alguien que hace algo “mal” (según tu criterio).
*Cuando escribo la palabra crítico no me refiero al pensamiento crítico. Hay personas que se escudan tras este último a fin de criticar y juzgar a otros. *No se confunda ser crítico con pensamiento crítico, son conceptos diferentes. En este artículo analizaremos de dónde viene el que las personas seamos críticas* lo cual impide que disfrutemos plenamente nuestras relaciones y la vida en general, como lo hacen otras personas que poseen una visión y actitud más flexible ante la vida y hacia sí mismos.
Los seres humanos reaccionamos ante eventos que consideramos estresantes o “incorrectos” de diversas maneras, como el decirles a las personas qué hagan, qué digan, cómo deben pensar y sentir como si esto fuera lo normal. Nos sentimos con el derecho de juzgar o evaluar la vida o el comportamiento de otra persona. Tal pareciera que sabemos mejor que el otro lo que le conviene más. En condiciones más naturales, aceptaríamos la manifestación creativa de todas las personas con asombro y deleite, tal como lo hace un niño. Entonces, ¿qué nos sucede internamente que nos impide abrazar las cualidades y despliegue de talentos de los demás?
Cuando una persona tiene baja autoestima, es rígida consigo misma y con los demás, por lo que alberga dentro de sí una actitud perfeccionista ante la vida y el pequeño mundo en el cual se desenvuelve. Se ha formado expectativas de un mundo ideal que no existe, con altas exigencias para sí misma y para los demás, poco realistas o inalcanzables.
Cuando una persona no se acepta incondicionalmente a sí misma no puede aceptar a los demás de manera incondicional, y primero verá sus defectos o errores, buscando “las oportunidades de mejora,” que en su juicio, tiene derecho a señalar o pensar. Se coloca en un lugar desde donde puede criticar a los demás, que lo ubica en una posición superior para defenderse o protegerse, cuando las relaciones interpersonales sanas se basan en la igualdad.
Lo más importante de esto, además de no ayudar a las personas a las cuales “desea hacer un bien,” es que se está enjuiciando a sí misma. ¿Por qué? Todos los seres humanos tenemos una sombra, que no podemos ver en nosotros mismos, pero que nos damos cuenta de su existencia cuando nos sorprendemos por algo que hicimos o dijimos. En la sombra viven todas aquellas conductas, emociones, rasgos o pensamientos reprimidos que consideramos negativos, y por lo mismo, no aceptamos fácilmente como parte de nosotros mismos. Cuando una persona rechaza algo en los demás, se debe a que ésta posee algo que ésta también posee, pero que difícilmente reconoce en sí misma. No es tanto que no quiera verlo, es que no puede, porque es muy difícil reconocerlo como propio.
Controlar, criticar y enjuiciar a los demás son conductas que corresponden a heridas profundas que hacen que las personas enfrenten el estrés o las crisis de una manera irracional, en lugar de afrontar las situaciones problemáticas desde el centro de su ser con amor, gratitud y creatividad. Los graves problemas de violencia que estamos viviendo como humanidad no son más que el reflejo de esa sombra que todos llevamos dentro, desprovista de amor y gratitud.
Cuando logremos ver a todos los seres humanos (incluyéndonos) con sus talentos y sufrimientos podríamos cambiar este mundo a un nivel más profundo, porque el aceptarnos a nosotros mismos incondicionalmente genera casi de manera automática la aceptación incondicional de los demás seres humanos. Hasta entonces terminaría la envidia, la competencia y la lucha de poderes, así como todas las enfermedades, delitos y excesos provocados por ellos; tendríamos paz.
¿Por qué te es tan difícil decirle a alguien: ¡Excelente!? ¿Por qué esperas más de él/ella? ¿Será por qué no eres capaz de decírtelo a ti mismo? ¿Tal vez nunca fue suficiente lo que hacías para tus padres y por eso tampoco es suficiente para ti?
Cuando una persona trabaja en su perfeccionismo y la aceptación incondicional de sí misma, eleva su autoestima y hasta entonces cambiará la forma en que se relaciona con los demás y consigo mismo. Sentirá cómo es más flexible y apreciará mejor lo que la vida le da, así como disfrutará más de sus relaciones interpersonales, su trabajo, etc. Podrá admirar con facilidad las cualidades y talentos de los demás sin sentir envidia o sentirse inferior.
Para mejorar la relación consigo mismo y con los demás es imprescindible dejar de enjuiciar y criticarse a sí mismo, y con ello la crítica hacia los demás cederá. La próxima ocasión que sientas el impulso de juzgar o evaluar a alguien, piénsalo bien, y mejor mira hacia dentro. Por ejemplo, cuando te dices: “Pero ¿qué le pasa a esta persona?” “¿Por qué hizo esto….?” O “¿Por qué no hizo esto…?,” estás juzgando.+
Entonces, puedes cambiar tu diálogo interno y decirte: “¿Acaso yo actuaría mejor que ella en su circunstancia? ¿Yo soy tan maravilloso y él/ella no lo es?” En realidad, las personas hacemos lo mejor que podemos en nuestras circunstancias, con los recursos y capacidades que contamos en ese momento. ¿Por qué entonces juzgarnos a nosotros mismos o juzgar a los demás?
Cuando logres aceptarte a ti mismo, lograrás aceptar a los demás y tu ser crítico disminuirá. Hay un dicho muy cierto: “Si no tienes algo positivo qué decir mejor no abras la boca.” Si los seres humanos tratáramos de ver lo positivo y no solamente lo negativo, tendríamos una visión más optimista y entusiasta de la vida que repercutiría en una sociedad más sana. ¿Podrías intentarlo?